1- Oggún se maldice.

Obatalá vivía con su esposa Yemú, la que ya le había dado cuatro hijos: Eleguá. Oggún, Osun y Oshosi. También tenía una hija mayor, Dadá, que no vivía con ellos.
Mientras los otros tres trabajaban en el campo, Osun era el encargado de cuidar la casa y darle cuentas al padre de todo lo que allí sucedía.

Oggún, que era el más consentido de los cuatro, pues era el que más trabajaba, se enamoró perdidamente de Yemú, su madre. Tanta fue su insistencia que la pobre mujer terminó accediendo a las solicitudes del hijo.

Eleguá, que era muy despierto, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y se lo contó a Osun.

Oggún quiso vengarse. Empezó a darle poca comida a Eleguá y a servir abundantemente a Osun, para que se durmiera después del almuerzo, justamente el tiempo que él aprovechaba con la madre.

Viendo que nada le daba resultado con Eleguá, terminó botándolo de la casa, pero Eleguá esperó a su padre en el camino y le contó todo lo que sucedía.

Al día siguiente, Obatalá hizo como si fuera a trabajar pero se quedó escondido cerca de la casa. Cuando vio que su hijo Ogún cerraba la puerta después del almuerzo, fue y tocó con el bastón. Yemú, muy asustada, recriminó al libertino Ogún que abrió la puerta y le dijo al padre:

–No me maldiga, Babá. Yo mismo me impondré mi castigo. Trabajaré día y noche mientras el mundo sea mundo.

–Ogún –dijo el ultrajado padre–, así será y sal de esta casa para siempre.

2- El camino donde nació el respeto entre Shangó, Oyá y Oggún.

En este camino Oyá mantenía una guerra permanente con Changó y en la misma ella usaba un machete largo y pesado, por lo que no podía manejarlo muy bien, recibiendo por tal motivo las burlas de Changó.

Oggún por su parte mantenía también una enconada guerra con kabiosile, para la cual utilizaba nueve pequeños sables que eran insuficientes ante los impetuosos ataques de Changó que además de vencerlo se burlaba de él.

Accidentalmente se encontraron Oggún y Oyá, se conocieron y conversaron de sus cosas, llegando a la conclusión de que su enemigo común era Changó y al profundizar en los detalles de la guerra que ambos tenían con Changó, salieron a relucir las burlas de éste y el por qué no podían vencerlo.

Entonces decidieron cambiar sus armas. Oyá le entregó a Oggún su pesado machete y éste le entregó a Oyá sus nueve sables. Se separaron y a poco que había caminado, Oyá, se encontró con Changó, quien atacó de inmediato. Oyá, sin embargo, a diferencia de otras oportunidades, haciendo uso de sus nueve alfanjes y con la velocidad del viento le dio tal batida a Changó que éste, sorprendido y horrorizado ante el ataque inesperado de Oyá, huyó sin rumbo fijo; tropezándose en la huida con Oggún.

Recuperado un poco de la derrota frente a Oyá, decidió desquitarse con Oggún y lo atacó sin piedad, pero éste, enarbolando su gigantesco machete, no sólo se defendió con éxito, sino que puso en retirada a Changó, quien convencido del fortalecimiento de sus enemigos, pactó con ellos y desde entonces Changó, Oggún y Oyá se respetan.

3- El pacto de Oggún y Oshosi.

Un cazador llamado Oshosi había fracasado en todos sus intentos de capturar al venado. Sus flechas nunca alcanzaban la presa. Era como si una mano invisible las apartara de la dirección en que él las dirigía.

Otro tanto le sucedía a Oggún, el dueño del bosque que, por su parte, preparaba constantemente trampas para atrapar al animal sin obtener el resultado apetecido.

Una rivalidad sin límites había surgido entre los dos. Cada uno por su lado intentaba superar al otro en la caza del venado, pero todo era inútil.

Al fin, ambos se encontraron en casa de Orula, donde habían acudido en busca de una solución a su problema.

Orula les dijo que todo se debía a la mano de Eleguá, quien no quería que los cazadores se amigaran sin su presencia. Debían ofrecerle un akukó al dueño de los caminos y hacer rogación con un machete y una flecha para luego llevarlos al monte.

Los cazadores hicieron lo que les indicó el venerable anciano. Cuando llegaron al bosque a poner el ebó, apareció un venado de gran tamaño. Inmediatamente Ochosi lanzó la flecha y lo hirió de muerte. El animal pudo huir al monte. Ogún tomó el machete y se abrió paso en la maleza para capturar la pieza que luego compartieron amigablemente.

Desde entonces Oggún y Oshosi viven juntos.

4- Oggún Arere.

Oggún era hijo de Yemayá. Por su nobleza, bondad y disciplina, la madre le concedió la gracia de ser el único que podía descargar los barcos, negocio con el que ganó mucho dinero.

También Olofin se fijó en él y gracias al ashé que le entregó, pudo ser un gran cazador. Así fue que cambió de oficio, pues sus enemigos, por envidia, no lo dejaban vivir tranquilo.

Una vez que andaba de cacería por el bosque, se hincó con una mata de espinas. Adolorido pudo caminar un trecho hasta que se encontró con Oshún, la que de solo mirarlo quedó prendada de aquel fornido y apuesto hombre. La dueña de la gracia y la coquetería le curó las heridas con una yerba de la que únicamente ella conocía el secreto.

Fue tan repentino el amor que ambos sintieron, que a partir de esa misma noche se quedó a vivir en casa de la hermosa mulata. Sus enemigos, poco a poco, se fueron olvidando de él.

Aquel amor que parecía eterno, no lo fue, ya que Oshún, aburrida de tantos halagos y de la monotonía de la vida conyugal, un día huyó con otro hombre.